El Hada de las flores y el Duende travieso

El hada de las flores y el duende travieso

Érase una vez, en un bosque mágico, un hada de las flores llamada Lila. Ella era muy buena y se encargaba de cuidar de todas las plantas y los animales del bosque.

Le gustaba volar por el aire, esparciendo polvo de hadas y haciendo que las flores crecieran hermosas y coloridas.

Un día, mientras Lila estaba regando unas margaritas, oyó un ruido extraño detrás de un árbol. Se acercó con curiosidad y vio a un duende travieso que estaba haciendo travesuras.

El duende se llamaba Rino y le gustaba hacer bromas pesadas a los demás habitantes del bosque. Estaba atando unas ramas con una cuerda para hacer una trampa.

– ¡Hola, duende! – dijo Lila con una sonrisa -. ¿Qué estás haciendo?

– ¡Hola, hada! – dijo Rino con una mueca -. Estoy preparando una sorpresa para el señor búho. Cuando pase por aquí, se va a llevar un buen susto.

duende en el bosque

– ¡Oh, no! – exclamó Lila -. Eso no está bien. El señor búho es muy sabio y amable.

– No me importa – dijo Rino -. A mí me divierte ver cómo se asustan los demás. Además, el señor búho siempre me regaña por ser travieso.

– Pues deberías hacerle caso – dijo Lila -. Ser travieso no te va a traer nada bueno. ¿Por qué no dejas de hacer trampas y te unes a mí? Podríamos ser amigos y jugar juntos.

– ¿Amigos? – se burló Rino -. ¿Con una hada aburrida como tú? No, gracias. Yo prefiero divertirme a mi manera.

Dicho esto, el duende se alejó corriendo, dejando a Lila muy triste. Ella no entendía por qué Rino era tan malo y no quería ser su amigo. Pensó que quizás si le demostraba su bondad, él cambiaría de opinión.

Así que Lila decidió seguir al duende y ver qué otras travesuras hacía. Lo vio poner una piedra en el camino del señor conejo, echar agua en el nido de la señora ardilla y pintar con barro la cara del señor ciervo.

Cada vez que Rino hacía una broma, Lila se acercaba y ayudaba a la víctima, pidiendo disculpas en nombre del duende.

– No te preocupes, señor conejo – le dijo Lila al verlo tropezar con la piedra -. Te voy a curar esa herida.

– Gracias, hada – dijo el conejo -. Eres muy buena. Pero ¿por qué ese duende es tan malo?

– No lo sé – dijo Lila -. Pero creo que en el fondo tiene un buen corazón. Solo necesita un poco de amor.

– No te molestes, señora ardilla – le dijo Lila al verla mojada y enfadada -. Te voy a secar con mi polvo de hadas.

hada con ardillas

– Gracias, hada – dijo la ardilla -. Eres muy dulce. Pero ¿por qué ese duende es tan cruel?

– No lo sé – dijo Lila -. Pero creo que en el fondo tiene un buen humor. Solo necesita un poco de diversión.

– No te enfades, señor ciervo – le dijo Lila al verlo manchado de barro -. Te voy a limpiar con mi magia.

– Gracias, hada – dijo el ciervo -. Eres muy amable. Pero ¿por qué ese duende es tan grosero?

hada con ciervos

– No lo sé – dijo Lila -. Pero creo que en el fondo tiene un buen amigo. Solo necesita un poco de compañía.

Mientras tanto, Rino seguía haciendo travesuras, sin darse cuenta de que Lila lo estaba siguiendo. Llegó a un claro del bosque, donde había una fuente de agua cristalina. Allí vio a una ninfa que estaba cantando y peinando su largo cabello.

– ¡Qué bonita es! – pensó Rino -. Seguro que se asusta mucho si le hago una broma.

sirena ninfa

Así que el duende se escondió detrás de unos arbustos y esperó a que la ninfa se acercara a la fuente. Cuando la vio inclinarse para beber agua, Rino saltó y le tiró de los cabellos.

– ¡Ay! – gritó la ninfa -. ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

– Soy Rino, el duende travieso – dijo él con una carcajada -. Y quiero divertirme un rato contigo.

– ¡Pues no me haces ninguna gracia! – dijo ella con enfado -. ¡Suéltame el pelo!

– No, no – dijo Rino -. Me gusta tu pelo. Es tan largo y suave. Voy a hacerme una bufanda con él.

– ¡No te atrevas! – dijo la ninfa -. ¡Mi pelo es sagrado! ¡Es mi fuente de poder!

– ¿Ah, sí? – dijo Rino -. Pues ahora es mío.

Y el duende empezó a enrollar el cabello de la ninfa alrededor de su cuello, mientras ella se retorcía y lloraba.

En ese momento, Lila llegó al claro y vio lo que estaba pasando. Se sintió muy mal por la ninfa y muy enojada con el duende.

– ¡Basta, Rino! – le gritó Lila -. ¡Deja en paz a la ninfa!

– ¿Qué haces aquí, hada? – dijo Rino sorprendido -. ¿No te habías cansado de seguirme?

– No, no me he cansado – dijo Lila -. He venido a detenerte. Eres muy malo, Rino. Has hecho sufrir a muchos seres del bosque con tus bromas. Y ahora has ido demasiado lejos. Has ofendido a la ninfa, que es un ser sagrado. Eso no tiene perdón.

hada de las flores

– ¿Y qué vas a hacer? – dijo Rino desafiante -. ¿Vas a castigarme? ¿Vas a pegarme?

– No, no voy a hacer eso – dijo Lila -. Voy a hacer algo peor. Voy a ignorarte.

Y dicho esto, Lila se acercó a la ninfa y le soltó el pelo con cuidado. Le pidió perdón por lo ocurrido y le ofreció su amistad. La ninfa aceptó con gratitud y le dio las gracias. Las dos se abrazaron y se sonrieron.

Lila se dio la vuelta y miró al duende con desprecio. Le dijo:

– Adiós, Rino. No quiero volver a verte nunca más. No eres digno de mi atención ni de mi cariño. Te has quedado solo y triste. Espero que algún día te arrepientas de tus actos y cambies tu forma de ser.

Y luego se fue con la ninfa, dejando al duende solo y confundido.

duende verde

Rino se quedó mirando cómo se alejaban las dos amigas. Se sintió muy solo y triste. Se dio cuenta de que había perdido la oportunidad de tener una amiga como Lila, que era tan buena y bonita. Se arrepintió de haber sido tan malo y cruel.

Pero ya era tarde.

FIN

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